Hoy no os voy a hablar de un sitio en concreto, sino de una experiencia de mis preferidas, y también de las más sencillas que he podido llevar a cabo, pasear por los campos de Castilla.
Imaginate un llanura tan solo perturbada por pequeñas ondulaciones del terreno.
Andar por un camino de tierra marrón clara,seca donde cada pisada levanta polvo,y al alzar la vista ver los campos de cereal, amarillos y bañados por un sol que va descendiendo con el deseo de esconderse y dar paso a una noche calurosa de verano.
Una pequeña brisa refresca la cara y trae olores silvestres. El cielo azul despejado salpicado por alguna nube blanca cubre nuestras cabezas, mientras vamos subiendo hacia un otero.
Los pájaros amenizan nuestra caminata con sus alegres cantares desde algún árbol cercano donde se cobijan del calor.
No es raro que nos crucemos con mariposas y otros insectos que nos muestran sus vivos colores con incesantes vuelos entre zarzamoras, espigas y flores, o con una hilera de ajetreadas hormigas en busca de alimento en tiempos de bonanza.
También, flores de llamativos azules,morados y resto de colores de la amplia gama, saltean nuestros pasos a través de la meseta.
Al llegar arriba de una pequeña colina, encontramos una pequeña ermita de piedra gris. Cuando alzamos la vista del suelo podremos ver un paisaje dorado salpicado por pequeños diminutos pueblos unidos por finísimos caminos y carreteras.
Nos sentamos en un banco de piedra donde descansar y disfrutar de las vistas y de cómo los sentidos son estímulados en demasía.
En nuestro descenso de vuelta a casa nos encontramos con un pastor, de gorra y cachaba,que acompañado por su fiel perro vigila sus ovejas pastar, esperando el momento de recogerse al corral.
Espero que con esta descripción os haya conseguido animar a probar esta experiencia.
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